miércoles, 29 de febrero de 2012

Islas Paralelas. I. La Fuerza del destino. Pags. 25-30

ISLAS PARALELAS
TOMAS PEINADO PÉREZ Registro Propiedad Intelectual Madrid M-000963/2006


Aquellos ojos verdes, tan vivos, tan alegres, tan bonitos y bien maquillados, contrastaban con los que tenían enfrente: tristes, apagados, deslucidos y con rimel desigualmente repartido tras las cercanas inundaciones lagrimales. Gloria y Nuria, una joven de edad similar a la suya, tomaban unas copas en un pequeño pub de barrio. No había demasiada gente en aquel local, decorado sin escatimar en detalles ni dinero, con una temática siempre guiada por el amor a los deportes de montaña que el dueño del local les profesaba. Gloria destacaba también por llevar una colección de prendas oscuras y arrugadas –Su camisa, su pantalón...- que entristecían su estampa, mientras su amiga, teñido el pelo de un vivo color magenta -Que hacía las veces de color complementario con el verde de sus ojos- vestía por el contrario con ropas claras, colores vivos y atrevidos, tal y como era en ambas sus contrastados estados de ánimo.
La joven se esforzaba por buscarle la mirada, forzando la sonrisa, como si le quisiera imprimir un tinte arco iris a la oscuridad de su alma.
-Vamos Gloria, no será para tanto, joder. Anda, entretente un rato que estás hecha una mierda. ¿Por qué no me has llamado antes? ¿Cuánto hacía que no nos veíamos? ¿Tres meses? ¿Cuatro?
A Gloria le costaba incluso levantar la mirada y enfrentarse con los amistosos ojos de su amiga. Hablar era un esfuerzo aún mayor. Bebía de vez en cuando grandes sorbos de su ron venezolano adulterado con Cola.
-Sí, tú lo has dicho Nuria, estoy hecha una mierda...
-Pues tienes que reponerte joder, ¿Qué coño te está haciendo ese tío? –Alarmada- ¿No te estará maltratando?
-No... No sé...
Gloria, derrumbada de nuevo, derrumbada aún, derrumbada totalmente igual que aquellos dos edificios aquel once de Septiembre, derrumbada siempre por aquel hombre tirano e insensible, Gloria se echó a llorar hundiendo la barbilla en su pecho mientras su amiga sólo acertaba a acariciarle los brazos para consolarla, molesta ante la descarada mirada de los curiosos.
-Vamos Gloria. Tienes que dejarle. Ese cabrón no puede joderte la vida.
-Sí puede.
-¡No puede, Gloria!
Gloria levantó la mirada y tardó unos segundos en expresarse. Sus ojos brillaban tras la cortina de densas y cristalinas lágrimas:
-Estoy embarazada.
Su amiga resopló, pero se recompuso artificialmente lo antes que pudo y forzó una nueva y segura sonrisa:
-Eso no tiene por qué ser una mala noticia.
-Quizá aborte...
Gloria vertió una buena dosis de ron en su estómago. Su amiga Nuria le quitó con brusquedad el vaso alargado y se lo vació en una maceta de plantas tropicales artificiales que había a su lado en el suelo. Le miró con dureza a los ojos a la par que sentenciaba:
-Tu madre siempre ha tenido razón: Te mereces algo mejor.
Gloria miraba a su amiga tras la densa y lenta catarata que hacía traslucida su mirada, pero en realidad su mirada iba mucho más lejos, perdiéndose en el infinito y fundiéndose con su pensamiento que sólo tenía neuronas para pensar en el rostro de su madre, siempre preocupada por ella:
“No tenías que haber dejado los estudios -Decía de nuevo su madre- Lo decían todos tus profesores...”
La frase de Nuria volvió a retumbar en su cabeza:
-Tu madre siempre ha tenido razón: Te mereces algo mejor.
Gloria entró lentamente en un estado aletargado, como el que ocurre cuando estamos completamente embriagados de alcohol (Ella estaba más embriagada de tristeza, soledad e incertidumbre que de aquel delicioso ron venezolano que regaba desde su boca hasta sus entrañas). A continuación, como si no hubiera sucedido nada entre medias, igual de lentamente pero a la inversa, volvió a oír, retumbando en sus oídos y cabeza la frase de su amiga, y saliendo poco a poco de su estado aletargado.

Por un instante no sabía dónde se encontraba, pero una panorámica a su entorno le hizo darse cuenta de dónde estaba. Gloria estaba tumbada en la habitación de matrimonio de la sucia y desordenada vivienda que compartía con aquel sujeto. Se desperezó estirando las extremidades superiores e inferiores y tras bostezar, se levantó de un impulso.
Al encender la luz de la habitación pudo comprobar como aquella noche se había acostado vestida (Tal y como llegó después de hablar en aquel bonito pub con su amiga), echada boca arriba sobre la cama, como no podía ser de otra manera, sin hacer. De pronto pareció acordarse de algo y tras echar un fugaz vistazo a su bonito reloj francés de muñeca (Regalo de Nuria cuando los cumpleaños todavía marcaban una evolución positiva en su vida), cogió ropa interior de la mesilla que tenía a su lado, en el costado de la cama y salió con ella en la mano, andando deprisa hacia el cuarto de baño.
Corrió la cortina de hule azul de la bañera (Desgastada, tendía en algunas zonas a un mortecino color amarillento) y se dio una rápida ducha en la que apenas dio tiempo a que saliera el agua caliente como a ella le hubiera gustado. Se aseó rápidamente, dejando para otra ocasión su pelo pues no le daba tiempo a secarlo, se vistió todo lo rápido que pudo, cogió su mochila morada, sus llaves y con un croissant de chocolate, duro y caducado cogido en la boca, salió corriendo de la caótica vivienda.


Víctor se levantó temprano. No había dormido demasiado bien y tenía un ligero dolor de cabeza, que sabía, aumentaría considerablemente si el día era demasiado largo. Estaba algo intranquilo. Nunca se había puesto nervioso al preparar un atraco, pero esta vez era algo especial. Primero porque hacía ya bastante tiempo que estaba “fuera de circulación” y el reencuentro con su profesión le daba una importancia especial. Segundo por que volvía a trabajar con Lola y esto tenía una doble importancia: La intrínseca de hacerlo con aquella mujer a la que deseaba con toda su alma desde hacía varios años y también, ¿Porqué no? Por el recuerdo del trágico balance personal que tuvo la última vez que trabajaron juntos. Además, el volver a encontrarse con ella, le había recordado lo que él sabía muy bien desde hacía mucho tiempo: Que se sentía irremediablemente atraído por Lola, aquella mujer a la que deseaba, pero de su mano sólo había conocido la desgracia. Y ahora con ese tal “Ole” como pareja estable, la situación no le era muy propicia, por mucho que se hubieran dado la noche anterior aquella orgía de placer.
El resto del día lo invirtió en repasar mentalmente, no sólo el “planning” del atraco, sino también todas las sensaciones y vivencias que había tenido desde el momento en que salió del penal. Especialmente y como no es difícil imaginar, lo que más tiempo estuvo ocupando su mente fueron los momentos que estuvo con Lola, culminando en aquella magnífica experiencia sexual que ambos compartieron hasta la extenuación y el multi orgasmo. ¿Qué ocurriría después del atraco? ¿Se iría ella con aquel gordo y calvo maloliente? ¿O quizá recapacitara y se fuera con Víctor, a sabiendas de que la iba a colmar de dichas y placer como en los antiguos tiempos, mucho mejor que aquel estúpido gigante calvo? Eran muchas sensaciones, muchas preguntas e incertidumbres (Especialmente la de ignorar si su amor por Lola era realmente correspondido) como para no estar nervioso.
Desayunó a media mañana en un bar situado en la parte baja del edificio de la pensión. Fue un desayuno frugal, para el apetito que solía acompañarle a esas horas de la mañana. Apenas un café y un bollito de pastel de manzana envuelto en un plástico y al borde de la fecha de caducidad. Después, en la pensión, nada más que esperar, pensar, repasar mentalmente y seguir esperando, cada vez más impaciente. Intentó ver la televisión, pero se encontró con la misma escoria de siempre, disfrazada de parrilla televisiva para amas de casa ociosas, jubilados de vuelta de todo y jóvenes desocupados y nada comprometidos con nada ni con nadie. Prefirió invertir casi una hora haciendo ejercicio físico, para asegurarse que estaría “engrasado” y en forma si necesitaba utilizar su forma física en el atraco. En la cárcel tuvo mucho tiempo para hacer deporte. El fútbol nunca le llamó la atención, pero uno de sus compañeros en el penal, el bueno de “Oso”, le enseñó a tener disciplina para hacer ejercicios físicos todos los días. Abdominales y flexiones fundamentalmente, pero también estiramientos y levantamiento de pesas (Si por pesas podemos entender los utensilios a base de gruesos libros atados que ambos usaban para ejercitar sus bíceps). “Hay que estar siempre engrasado y en forma” le decía “Oso” a Víctor, cuando le vio tan desganado y desanimado al poco de entrar en el penal. “El ejercicio ayuda a llevar esto” También le decía. Y lo cierto es que el ejercicio físico, además de ayudarle a sentirse mejor, le empezó a marcar una rutina que junto con la de comer, dormir, charlar con algunos compañeros con los que se podía hablar (Curioso era que en aquella cárcel se hablaran más de diez idiomas, asemejando la mezcolanza de razas, colores y lenguajes que se producía simétricamente más allá del muro y las verjas infranqueables), leer algún libro de aventuras o ver alguna teleserie a la que consiguió “engancharse” (Jamás pensó que le fuera a ocurrir, pero era mucho el tiempo del que disponía), determinaban una rutina que hacía más fácil y rápido el dejar que pasaran esos, a priori, largos y tediosos cinco años y un día. El hacer ejercicio aquel día también le ayudó a gastar el tiempo que se le antojaba largo, tedioso e inútil. Quería que todo terminara y por fin su vida cambiara, a mejor.
Se atusó el pelo vagamente frente al espejo del cuarto de baño. Cogió todo lo necesario, llaves, gafas de sol, mechero, tabaco... ... Y una mochila de color negro a la espalda. Fumando un último cigarrillo de un arrugado paquete, dio un repaso a la pequeña estancia y tras orinar largamente y acompañado del odioso sonido de la ruidosa cisterna, salió de la habitación muy concentrado y sumido en sus propios pensamientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario